Graduación

¿Cuánto puede valer el conocimiento como un bien de consumo y de intercambio, en el contexto de sociedades capitalistas que hacen del estudio también una mercancía?

La pregunta es uno de los ejes centrales que se derivan de Graduación, la excelente película de Cristian Mungiu, el prometedor realizador rumano que acerca el cine europeo del este -no tan glamoroso como el de occidente- a estas tierras, y que se propone trazar una imagen descarnada de todo lo que pueden hacer las personas con tal de lograr sus objetivos.

Romeo es un respetado médico de 50 años, valorado por su ética y honor, al servicio de una profesión que consiste en salvar lo más preciado de este mundo: la vida humana. En las aspiraciones relativas a su conciencia de clase, destina la confianza a un porvenir situado en el extranjero: su hija Eliza, ilustre estudiante próxima a graduarse, carga con el estigma de un mandato paterno ineludible; esto es, el de ganar una beca para irse a estudiar a Inglaterra.

Sin embargo, una situación confusa enturbia el plan: la muchacha sufre un ataque con connotación sexual en los días previos a los exámenes de carácter decisivo, lo cual establece nuevas condiciones que la colocan en situación de víctima de la violencia, perturbada psicológicamente y con fuertes conflictos internos que subrayan la tensión imperativa entre el deber ser y el poder hacer.

El corazón de la trama desarrolla esa situación límite llevándola al extremo, mostrando cómo la sobrevaloración del éxito corrompe a las personas y de qué manera el pánico a la frustración convierte en más humanos a quienes gozan de un prestigio bien ganado: en definitiva, la vulnerabilidad es común a cualquier mortal; sobre todo, cuando se está poco acostumbrado a la adversidad.

Con diálogos y situaciones sólidas, primeros planos recurrentes, y una dinámica que no incurre en vacilaciones, Graduación es también una reflexión sobre la cultura meritocrática, en que los aciertos se premian y los errores se castigan, apostando a un individualismo salvaje que tiene como única misión imponer un modelo que no necesariamente conforma o hace feliz a todos.

En tiempos tan caracterizados por la grieta según la medida del triunfo o la derrota, bien valdría apostar por un examen interior que trate de reconciliar los deseos con sus posibilidades, siendo tal vez preferible la caída colectiva que la soledad de la ascensión en el abismo.

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Ficha:

– Dirección: Cristian Mungiu.

– Países: Rumania, Francia, Bélgica.

– Año: 2016.

– Género: drama.

– Protagonistas: Adrian Tietini, Maria-Victoria Dragus.

– Calificación: 9 (nueve).

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Foto: http://www.cachecine.blogspot.com.ar

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