¿Qué piensan los que no piensan como yo?

La filosofía está de regreso.

No es novedad, sino un hecho innegable.

Circula como pocas veces antes en la era de la comunicación, y hace que varios de sus más respetados exponentes se tomen el atrevimiento de divulgarla, socializarla, hacerla cotidiana y cercana a interlocutores que vean en ella una posibilidad más de comprender (y fundamentalmente transformar) el mundo que vivimos.

Aun así, este despertar encuentra fuertes detractores en las voces intelectualizadas de las Academias, que miran con reticencia la masividad, celosos de que sus investigaciones pierdan su condición selecta y exclusiva, allí adonde el vulgo nunca podría llegar por no contar con las competencias necesarias para comprender lo que pocos pueden y merecen.

De todos modos, hay excepciones.

Profesionales que lo intentan.

Que llevan a cabo una genuina propuesta acompañada por una vocación irrenunciable.

Dejando de lado el compromiso político y social de intelectuales como Jean-Paul Sartre y Michel Foucault, quizás uno de los más importantes pioneros de la filosofía posmoderna haya sido el italiano Umberto Eco, durante décadas columnista principal del diario español El País (de mayor tirada entre los de habla hispana).

El efecto multiplicador se hizo sentir en Argentina, cuya recepción encuentra a referentes como Santiago Kovadloff, de mesurada presencia en los medios; José Pablo Feinmann, agitador de polémicas que desafían y cuestionan al poder imperialista; y Darío Sztajnszjrajber (un philostar multifacético y honesto desde su propuesta: conductor de radio, actor, ensayista, librepensador).

Pero es hora de afirmar que la filosofía no es solamente asunto de los hombres, por más que tenga una histórica deuda con las mujeres. Para muestra, basta citar algunas de las más notorias: Simone de Beauvoir, Hannah Arendt y Susan Sontag, entre otras.

Es así que este texto pretende destacar especialmente una labor: la de nuestra Diana Cohen Agrest, una Doctora en Filosofía que a la vez es eminencia en el área de Bioética; además de académica, ensayista, columnista del diario La Nación, moderadora en un programa de televisión que invita al debate sobre diversas controversias éticas; y activista de Usina de Justicia, una causa que vincula su labor intelectual, su experiencia personal y su vínculo social.

Su libro ¿Qué piensan los que no piensan como yo? constituye un importante aporte al debate sobre problemáticas tan latentes como el aborto, la pena de muerte, la tenencia de drogas, el culto al cuerpo y las maneras de hacer justicia ante el obrar de los delincuentes, entre otros.

Con una precisa investigación, tomando estudios de casos y haciendo un relevamiento sobre cómo determinados hechos fueron abordados por los medios, Diana Cohen Agrest propone un ejercicio filosófico serio, comprometido, sincero y rico en argumentaciones, para que los lectores y televidentes puedan entender con mayor precisión y justeza asuntos que no se conocen tan en profundidad.

Su obra convoca a diferentes voces que entran en tensión y expone, acaso, el más importante rol del filósofo en la actualidad: generar preguntas, despertar curiosidades, promover soluciones.

Si las universidades fueron pensadas como una instancia de adquisición y socialización de un saber que en algún momento debería ser devuelto a la sociedad, Diana Cohen Agrest cumple con esa premisa, poniendo al servicio todos sus estudios, conocimientos y humildad, para pensar junto a otros una sociedad mejor.

El intento, desde ya, es tan urgente como válido.

Foto: archivo personal.

DCA

 

 

 


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