Hablemos, primero, de Latinoamérica.
Su historia y sus narrativas.
La manera de contar los hechos desde un lugar contracultural a las tendencias hegemónicas, que ponen a las potencias como dueñas de relatos unilaterales donde sólo hablan los que ganan.
Hablemos, también, del cine.
Y de la democratización de los nuevos dispositivos de la información, que permiten difundir como nunca antes el acceso a otras voces y realizaciones (por más que algunos duden de ello).
Estamos en un tiempo de expansión, en que la aldea global se permite mirar un poco más allá de sus orillas, a pesar de que -sí, es cierto- las fuerzas imperiales siguen firmes manteniendo intactas sus relaciones de poder y dominación.
Y hablemos de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, pues de él se trata este texto que analiza la película recientemente estrenada en las salas de Argentina, y que sigue aún hoy su recorrida por los demás cines de la Región.
Con voces a favor y otra no tanto, la maestría de Pablo Larraín lo ha logrado.
Una biopic profunda y cercana, que nos acerca a la celebridad más allá de su poesía.
Quienes no son especialistas y mucho menos están familiarizados con su obra, identificarán a Neruda con la escritura de los versos más tristes esta noche, un ícono romanticón para curar penas en tiempos de olvidos y pesares. Es posible que también sepan de un cartero con el que entabló contacto; y con un poco más de esfuerzo, conocerán las vicisitudes de un chileno que traspasó fronteras por una activa militancia en causas más que justas.
La película hace foco en el ser humano, más miserable que virtuoso, pero en esa enardecida vida ligada al vicio emana el hombre que pasó a la historia, no ya por la belleza de su pluma lúcida, sino por su convicción política ligada al comunismo, la bravuconada y el egocentrismo, el machismo mujeriego, los delirios de grandeza que se exacerban al abusar de la bebida, y la siempre tentadora inclinación por frecuentar los burdeles adonde se erigió como predilecta estrella protegida por un público marginal que jamás lo va a traicionar.
Neruda es foco de atención: por el poder que lo considera una amenaza peligrosa y lo manda a perseguir, por su pareja y sus ex mujeres que le reclaman todo aquello que no tiene interés en dar, y por todo un sector que se oculta en la periferia de la pobreza, la marginación y los rechazos.
La polaridad social de Chile lo expone. Son sus libros aquellos que circulan y transforman su ideología en un mensaje coral que no puede ser abandonado del corazón de una patria conservadora en las clases altas e irreverentes en las bajas.
Neruda juega con su popularidad; de algún modo, practica el heroísmo y tensa la cuerda sabiendo que si es atrapado todavía queda un margen más para alguna revuelta que lo salve.
Un policía lo sigue a sol y sombra hasta el exilio; y en esas sensaciones de servir a la patria, siente tanto rechazo como admiración por su perseguido, que al darle entidad convierte ese extraño vínculo en una suerte de Síndrome de Estocolmo.
La película tiene drama y suspenso, es una biografía no convencional que sirve para adentrarse un poco más en las íntimas causas que alentaron a un hombre a arriesgar su vida y pensar no solamente en sí mismo, sino también en las motivaciones colectivas.
Dignísimo film que hace justicia con uno de los más grandes poetas de Latinoamérica, sacándolo del lugar común de la excelencia y llevándolo al barro de una política cuya persecución ofreció el mejor repertorio de un emblema que persiste en la inmortalidad de su legado.
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Ficha:
– Dirección: Pablo Larraín.
– Países: Chile, Francia, España, Argentina.
– Año: 2016.
– Género: Cine biográfico.
– Protagonistas: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán.
– Calificación: 7 (siete).
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Foto: http://www.sonarfm.cl