El que llora es Efraín Delgado, niño qom de la provincia de Chaco que fue noticia esta semana por haber terminado la escuela primaria, habiendo hecho el enorme esfuerzo de caminar todos los días a educarse: seis kilómetros de ida y lo mismo de vuelta.
En la emoción lo acompaña un compungido abuelo, que está al cuidado de él y de su hermana, todos ellos protagonistas de una historia que también es la de muchos.
La imagen la completa Hugo Baricheval, maestro testigo y cómplice de esta aventura con final feliz, que a todos debe hacernos repensar varias cuestiones.
En primer lugar, se está en presencia de un caso conmovedor que a punto está de violar algunos de los Derechos del Niño: las condiciones sobrehumanas en que un infante y un hombre mayor deben atravesar los improperios de un trayecto (soportar el frío o el calor, sufrir de hambre o de sed, poner en riesgo su salud) hacen que el episodio adquiera una relevancia que, además de sensibilizar, urgentemente debe poner el acento en diseñar estrategias inclusivas que promuevan dignidad.
En segundo término, la situación pone de manifiesto el discurso meritocrático en plena superficie: sólo logran terminar los estudios aquellos que logran vencer las adversidades, que generan adaptaciones capaces de sortear cualquier obstáculo. La lógica del darwinismo social queda expuesta: el niño termina una etapa de su recorrido escolar gracias a sus esfuerzos propios -lo cual es de destacar- pero sin que haya una red de contención y acompañamiento de políticas oficiales que se ocupen a partir de las causas y no de los efectos.
Por último, una referencia a la repercusión social y mediática. Impacta el hecho porque sale de lo habitual, preocupa e indigna; y además, tiene a favor la fuerza del periodismo que instala la noticia hasta saturarla para luego consagrarla al distrito del olvido.
Lo cierto es que vidas como las de Efraín suceden y por eso es necesario visibilizar la ausencia de un Estado que expone especialmente a los sectores vulnerables, los cuales deben atravesar situaciones poco felices, complejas y excluyentes.
Un niño y su abuelo, junto a su maestro, en el marco de una escuela que contextualizó tal realidad, lograron salir adelante.
Ahora piden una bicicleta y algunas donaciones, apelando a la solidaridad de las personas antes que a la obligación moral de los organismos oficiales.
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado para no incurrir en la romantización de la pobreza: más que valorar la dignidad de una familia vulnerable, lo que debe estar en foco son las debilidades de políticas estatales que dan la espalda al derecho de la educación y luego intentan reparar los exabruptos profundizando las desigualdades con torpezas llamadas a demostrar falazmente lo contario.
Efraín, mientras tanto, sueña con poder seguir estudiando para algún día llegar a ser maestro y enseñarle a la sociedad -aunque él no lo sepa- que este país necesita de gente de su ejemplo, valor y humanidad.
Foto: http://www.losandes.com.ar
