La historia de uno es tal vez la de muchos; y aún en aquello más extraordinario puede habitar la sencillez que hermana a cualquier persona.
Rocky Balboa fue un personaje de ficción mucho más famoso que el propio Sylvester Stallone, el actor que lo interpretó. Resultó un mito viviente del deporte, más precisamente del boxeo, cuna de aventuras épicas y vivencias mundanas, que eleva a la gloria y humilla a los débiles en cuestión de segundos o tan sólo algunos golpes.
Se trata de un ícono de la saga de películas que recorrieron las salas de cines durante los últimos cuarenta años: primero, en una avalancha de una década y media (entre 1976 y 1990, saga de cinco películas); y luego, desde un revisionismo en 2006 con otro más, a modo de despedida, en 2015.
En el verano argentino de 2016 fue uno de los estrenos más salientes de la temporada. Y a tal efecto, cabe explicar por qué se ha destacado.
Creed es una realización que como las anteriores películas de la franquicia se centra en la humanidad de los protagonistas; y en esta ocasión lleva al extremo ese propósito: invita al espectador a recorrer el perfil marcadamente existencialista de ellos mismos, que se debaten entre el éxito y el olvido, la vida y la muerte, la esperanza y la frustración.
Donnie es el hijo de una relación casual que una de sus amantes tuvo con Apollo Creed, inmenso adversario del Rocky victorioso que se convirtió en leyenda.
Cuando el joven sale de un reformatorio juvenil a causa de la inestabilidad de sus conductas, tiene un juramento: convertirse en boxeador profesional; y como si fuera un reto del destino, decide ponerse en contacto con aquel calificado rival de su padre, siendo ambos dos estrellas que han librado en el pasado grandes batallas dentro de los márgenes del cuadrilátero.
La tarea no es sencilla.
Rocky Balboa se muestra como una celebridad que tiene una vida demasiado tranquila tras el ruido y las luces de la fama. Se resiste a entrenarlo hasta que finalmente cede.
Desde entonces, entre maestro y pupilo, ocurre una relación que se va consolidando a partir de momentos que realzan el valor de las verdaderas circunstancias de la vida: lecciones de experiencias varias, momentos de incertidumbres y adversidades, reflexiones que exponen la riqueza de personas comunes capaces de protagonizar sucesos extraordinarios; todo ello formando parte de un contexto que tiene como límite el factor desencadenante de la grave enfermedad que aqueja al viejo campeón.
Entonces, el escenario necesariamente cambia. es el turno de las confesiones cada vez más sinceras y profundas, las dudas en torno al decidir lo mejor o lo más óptimo, y un compromiso con nuevas promesas a modo de motivaciones.
Resulta clave el mensaje principal que rescata la importancia de la humildad sin condicionamientos, procurando jamás asumirse como todopoderoso.
En definitiva, tal como se expresa en uno de los momentos cumbres -acaso el máximo- de la película, «el único invencible es el tiempo».
Stallone no ganó el Premio Óscar al mejor actor, pero eso poco y nada importa ante el mayor logro que tuvo: darle inmortalidad a uno de los más entrañables personajes que nos haya regalado la pantalla grande, teniendo la gracia de despedirlo -en caso de que así sea- con todos los honores.
Foto: http://www.sensacine.com
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Ficha:
– Dirección: Ryan Coogler
– País: Estados Unidos.
– Año: 2015.
– Género: Drama.
– Protagonistas: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Tony Bellew, Phylicia Rashad.
– Calificación: 8 (ocho).