Madiba

El 5 de diciembre de 2013 no fue una fecha más: ese día fallecía Nelson Mandela, no solamente un ícono para Sudáfrica sino también para la humanidad.

Se trata de una de las personalidades más destacadas del siglo XX, acaso uno de los últimos líderes que reunieron un conjunto de virtudes y valores en sí mismo: político, activista, abogado, bandera de un sector social históricamente rezagado.

Madiba fue la voz de quienes no podían rebelarse, la luz de esperanza que venció al ostracismo, el ejemplo que humanizó a una sociedad partida en dos a partir de un conflicto que excedió lo meramente racial: los blancos por un lado, los negros por el otro. La triste y lamentable realidad del apartheid.

En busca de la justicia social fue preso, permaneciendo veintisiete años privado de su libertad. Gracias a diversas movilizaciones logró respirar los aires de la recompensa: al salir no hubo revancha.

Destinó todos sus esfuerzos a unir a su país.

De alguna manera, lo logró.

Su padecer no devino jamás resentimiento.

Y pensó más en las causas colectivas antes que en su beneficio personal.

Su vida conmovió a todos.

Por eso, tal vez, quede la sensación de que ya no existen símbolos así, que trasciendan a su tiempo y a su tierra.

Mandela escribió una historia que también fue la de muchos.

En un mundo de odios, guerras y venganzas; de exclusiones, injusticias y lamentos; cultivó sabiduría, dignidad y sentimiento fraterno.

Por eso y mucho más, evocarlo es una obligación moral.

Foto: http://www.revistaesfinge.com

madiba

 


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