El futuro de los diarios en papel

La noticia llama la atención y causa sorpresa: a partir del 31-10-16, La Nación -uno de los diarios más tradicionales de Argentina– pasa a ser tabloide de lunes a viernes, manteniendo su formato sábana para los fines de semana.

Se trata de una verdadera apuesta para un periódico asociado a los sectores más conservadores del país.

Fundado en 1870, rompe con una estructura que lleva 146 años y va de suyo -en esa decisión- una impronta empresarial (atraer el consumo de mayor número de lectores), ideológica (para sobrevivir al presente es necesario innovar permanentemente) y mediática (en la cultura de las pantallas no debe perder su histórica masividad).

Inicialmente, La Nación surgió en un tiempo en que las clases con mayor poder adquisitivo podían leer los diarios. Por eso, su formato sábana estaba pensado para gente capaz de sentarse y disponer de tiempo para desplegar sus hojas. Luego, con el nacimiento de otros matutinos que implementaron el tabloide (Clarín o Popular), fue cediendo terreno ante una nueva tendencia que acercó -a la lectura de periódicos- a la clase media y los sectores más humildes, todos ellos persiguiendo la noticia sin ese afán intelectual que caracterizó al diario que hoy implementa un cambio trascendental.

De todos modos, cabe destacar que la modificación no solamente es de formato: se anuncia, también, la incorporación de otras prestigiosas voces que enriquezcan todo lo que el multimedio ya viene ofreciendo (incluyendo un ciclo de conversaciones con protagonistas del momento y un futuro canal con contenido propio).

La pregunta que se impone ante estas modificaciones es sobre el futuro de los diarios en papel, actualmente con caída en sus ventas en varios países del mundo. Está claro que parece ser una cuestión de tiempo: el avance de Internet hará que las nuevas generaciones consoliden otros usos y costumbres para apropiarse de la información; ya no desde lo estático del impreso sino desde la dinámica digital que imponen las nuevas tecnologías.

Pero, entonces: ¿qué es lo que mantiene la vigencia de una estructura que estaría quedando obsoleta? Al parecer, los resabios de una fuerte tradición: desde la imprenta y la Revolución Industrial, siempre ha sido igual (o parecido); lo que se vive ahora es un período de transición que -en algunos casos- va consagrando el imperio del mundo digital por sobre el impreso.

Actualmente, es probable que el consumo de diarios en papel se concentre en la población mayor de 30 años de edad; es decir, nacida antes de la irrupción masiva de Internet (basta revisar el archivo de ediciones digitales de los periódicos más importantes del mundo para saber que, en promedio, es un fenómeno propiamente de este siglo).

Mientras tanto, La Nación se hace fuerte ante el cambio ya que incorpora a las nuevas generaciones sin dejar de lado a los antiguos lectores, legándole su histórico formato los fines de semana.

Hay que evitar la confusión: no se transforma un diario sino que cambian los hábitos de consumo de amplios sectores de la sociedad, que apuesta más por el confort (será más ágil el tabloide) que la incomodidad explícita de las grandes dimensiones que corrían riesgo de pasar desapercibidas.

Nada está librado al azar y -previos estudios de mercado– la movida está llamada a ser un éxito hasta que le aparezca una competencia a la altura de esta gran inversión de capital simbólico y real.

Foto: http://www.infoblancosobrenegro.com

la-nacion-tabloide

 

 

 


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