Día del Respeto a la Diversidad Cultural

El 12 de octubre de 1492 se produce un hecho indiscutible: Cristóbal Colón y su gente arriban a las tierras que luego recibirían el nombre de América y que inicialmente fueron llamadas las Indias (porque los europeos habían estado convencidos de arribar a otro lugar del mundo).

A partir de ese acontecimiento histórico, indudable y constatado por diferentes fuentes y documentaciones que dan prueba de ello, surgen al menos dos interpretaciones:

Una, vinculada a la mirada europea, habla de «descubrimiento» o «conquista», haciéndose una valoración favorable del suceso.

La otra, poniendo el acento en una perspectiva local, repudia los avatares de aquel momento y no duda en calificarlo de «invasión»; o en un caso más extremo, «genocidio».

En cualquiera de los casos, estamos ante un hecho fundacional en la historia universal; y al respecto, conviene hablar de tres tipos de revoluciones: astronómica, cultural y filosófica.

Respecto de la revolución astronómica, cabe destacar los notables avances en la navegación y los instrumentos tecnológicos (la brújula, el astrolabio, las embarcaciones).

En cuanto a la revolución cultural, es evidente que se produce un encuentro entre dos mundos distintos, con sus costumbres y particularidades, ambas desarrolladas según sus propias circunstancias (es una falacia decir que los españoles vinieron a civilizar, cuando en verdad los pueblos originarios de este lugar contaban con altos niveles de desarrollo).

Y relacionado con la revolución filosófica, además de la localizada perspectiva dicotómica según las variables conquista-invasión, también es pertinente mencionar una dimensión ética: se produjo un abuso dado por la voluntad del más fuerte. El poderoso utilizó sus recursos y los puso a disposición para acabar con los pueblos de acá, disponiendo de la violencia para -entre otros objetivos- evangelizar.

Como resultado hay una herencia recibida: la cantidad de católicos más grandes del planeta se encuentra en América Latina; y muchos de los habitantes de aquí son descendientes de europeos, con lo cual siempre es vigente el problema de la identidad: no ser del todo de aquí ni ser del todo de allá, con todo lo que ello implica.

Una primera reivindicación de la América naciente son los ciclos de la independencia, que en la mayoría de sus países lleva alrededor de doscientos años; muy pocos en relación a la tradición histórica de los colonizadores.

Durante mucho tiempo, América miró con cierto respeto y hasta temor a Europa, procurando no ser irreverente, incluso más allá de lograr la autonomía. Y fue por eso que durante gran parte del siglo XX, el 12 de octubre recibió la honorable denominación de «Día de la Raza», en consonancia con la perspectiva favorable y anteriormente mencionada sobre las ideas de descubrimiento o conquista.

Ahora bien.

En las últimas décadas existe un revisionismo histórico por parte de los gobiernos de la Región, que en el auge de las ideologías socialistas o de izquierdas, toman la voz que no hubo ni en los tiempos de la independencia y consolidación durante gran parte del siglo XX, ni en las dictaduras de los 70, ni en los neoliberlismos de los 90.

A partir de esa etapa de expansión que consolida a las culturas locales, se reivindican los derechos de las minorías y, por tanto, surge la defensa de los pueblos originarios, el rechazo a la xenofobia y la discriminación, y todo tipo de violencia o rechazo hacia sectores que expresan sus libertades de ser y estar en este mundo sin interrumpir los derechos de los demás.

Por eso, desde 2010 en Argentina, el viejo «Día de la Raza» pasa a ser «Día del Respeto de la Diversidad Cultural», una iniciativa que fue acompañada por varios países de América Latina que comienzan a valorar la cultura local en detrimento de los abusos de la corona española.

Desde entonces, el 12 de octubre adquiere otras perspectivas: tal vez más justas y humanitarias, quizás más sinceras y mejor fundamentada en los hechos.

En parte de un continente que se debate sobre sus orígenes e identidad, no está mal comenzar por algo.

Desde ese repudio se construye una imagen y también una autodeterminación, que se debe sostener política, social y culturalmente, para poder crecer en comunidad y consolidar otras autonomías que aún no logran despojarse de ciertas subordinaciones.

Foto: Revista El Federal (www.elfederal.com.ar).

dc

 

 


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