Probablemente, el nombre de Joaquín Salvador Lavado Tejón no produzca referencias inmediatas; pero sí al asociárselo con Quino, padre y mentor de Mafalda, un ícono de la idiosincrasia nacional que trascendió épocas y fronteras.
Con motivo de sus 84 años de edad (celebrado el pasado 17 de julio), Quino ha recibido innumerables homenajes, lo cual constituye un merecido reconocimiento para este mendocino de notable vocación, que desde niño soñaba con dibujar historietas y que tal vez nunca haya imaginado que su presencia iba a quedar relegada a la figura de su personaje más conocido.
La historia de Quino se asemeja a la de muchos artistas que de alguna manera son superados por la grandeza de sus obras, pero al mismo tiempo parece distar mucho de la trayectoria (más personalista y star) de personalidades de la actualidad. En él, todavía hay como un simbólico recorrido del héroe, que silenciosamente sale en busca de descubrimientos que cambien su propia vida y termina modificando la de muchos.
Mafalda es un personaje contextualizado en la Argentina de entre décadas (se editó entre 1964 y 1973), pero su autor tuvo la habilidad de pergeñar una referencia universal y coral que nunca perdió vigencia.
Quino retrató como pocos a la clase media emergente, a las virtudes y miserias de niños con pensamientos de grandes y adultos con mentalidad infantil; a la vez de diseñar una suerte de arqueología social del país: los sectores conservadores y liberales, los miedos y las costumbres, las desilusiones y las contradicciones, todo ello quedó inmortalizado en una tira que no saturó al público porque con la fuerza de la que irrumpió logró retirarse a tiempo para seguir marcando tendencia.
Que Mafalda sea universal y muy actual habla bien de Quino como personalidad clave de la cultura, pero no tanto de una sociedad que es recurrente en sus manifestaciones, que le cuesta aprender de sus errores y que queda presa de un pasado melancolizado sin poder superarlo.
En algún punto, nuestra historia es tan previsible como peligrosa porque, lejos de recordarnos quiénes somos, denuncia un origen del que se reniega: muchas veces, la imposibilidad de un futuro mejor muchas encuentra explicación en un pasado mal encauzado; pero en vez de mirar diferente, asistimos a la obstinación de no ser en algún punto distintos.
Quino, a través de Mafalda pero también de muchos otros personajes, alertó de ésta y tantas otras realidades. Lo hizo a través de la ironía y el humor como ácida crítica conducente a la reflexión. Por eso, cualquier aniversario o evocación no pasan desapercibidos.
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