La Guerra de Malvinas sigue viva en la conciencia de todo un país que, a 34 años de un hecho lamentable, también eleva para esta causa el himno del Nunca Más. Y en ese sentido, resulta sumamente valioso el testimonio del pueblo apelando a la Memoria, porque si en aquel entonces fue dolor y lágrima, luego trauma y duelo, hoy implica resignificación; todo ello, entendido a la luz de sustratos psicológicos para dar cuenta del fenómeno.
Lastima saber que se fueron vidas que no regresarán, también que a nuestros soldados han mandado a matar injustamente; y que quienes quedaron en pie para volver, nunca más fueron los mismos.
La patria, el himno, la bandera. Valores que permanecieron en el corazón de hombres y mujeres de todas las edades, con la esperanza de defender lo propio ante las amenazas de los imperialismos.
Y así, una disputa inútil. Poniéndose en juego un conjunto de dignidades geopolíticas (la lucha por la posesión del territorio), económicas (los recursos naturales de las Islas), sociales (relaciones dispares de fuerzas entre los bandos enfrentados), históricas (el reclamo de la soberanía que atraviesa diferentes siglos), e ideológicas (¿hasta cuándo van a justificarse las guerras sin terceros que medien para impedirlas?).
Una de las ideas más importantes en relación a este acontecimiento tiene que ver con el concepto de «expropiación», que da la cuenta de arrebato, ultraje, robo.
En el hecho mencionado, una serie de expropiaciones se han sucedido: la del territorio, en el marco legal del mar argentino; pero también el de las vidas de personas que se fueron, jóvenes que nunca lograron cobrar dimensión de lo que implicaba un conflicto para el cual no estaban preparados. A ellos, se les expropiaron los derechos y las garantías; y al resto del pueblo, la confianza: porque mientras el «vamos ganando» se reproducía por diferentes medios de comunicación, millones de banderas se desplegaban en balcones, plazas y lugares públicos, con los inoportunos festejos de quienes poco y nada entendían lo que estaba pasando.
Por todas estas razones, Malvinas es más que una causa. Tiene que ver con la gratitud y el reconocimiento a quienes no deberemos ignorar jamás: nuestros veteranos de guerra, que dieron la vida por nosotros e hicieron lo que pudieron. Para todos y cada uno de ellos, el respeto, el orgullo, la admiración y -por sobre todas las cosas- el eterno abrazo colectivo de una sociedad que no olvida.
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