Más allá de las aulas

El tema es recurrente, pero no porque nosotros -como educadores– estemos obstinados en rescatar causas perdidas, sino porque la situación lo amerita al estar en plena vigencia.

Hablamos, una vez más, de la Escuela.

Considerada en una múltiple dimensión (que, desde ya, podría involucrar otras que aquí no se mencionan): como dispositivo, como socialización de saberes, como acción política, como contención.

La pregunta latente pasa por motivar y que conocimientos que circulan -más otros que se adquieren- tengan algún que otro sentido.

Pero eso no siempre pasa.

Entonces, la práctica educativa fracasa porque -salvando honrosas excepciones- no se constituye como dispositivo de legitimación, no se socializan los saberes para que ellos resulten significativos, no se produce acción política transformadora, y mucho menos logra contener en contextos de vulnerabilidad social.

Hay quienes asignan a la escuela funciones para las que no está preparada. Por caso, el futuro; así, considerado como un ente universal, abstracto, lejano. Si se lo quiere acotar un poco, pensemos en los estudios universitarios: «La escuela no prepara para la Facultad», «La escuela está atrasada», «La escuela no nos da expectativas de futuro», son voces que se repiten de boca en boca por parte de los actores involucrados.

Todo muy amplio, idealizado, poderoso.

¿Y si pensamos, mejor, en una escuela que atienda a las demandas del presente?

¿Que enseñe cuestiones básicas de convivencia?

¿Qué sitúe en tiempo y lugar lo que pasa en el mundo, la región, el país, la ciudad, el pueblo y el barrio?

¿Por qué ir más allá del horizonte sin siquiera salir a la vereda?

La escuela todavía resiste.

Con sus montones de defectos y logros a alcanzar.

Pero al menos celebremos que sigue en pie como una merecida conquista social.

Estará en los ciudadanos defender ese lugar y convertirlo en un derecho con mayores proyecciones.

Para las generaciones pasadas, presentes y futuras.

Porque a la Escuela, la hacemos entre todos.

Y ha de ser por ese intrínseco poder que a nadie, todavía, se le ocurrió darle final.

 

Foto: http://www.infobae.com (crédito: Télam).

 

Aulas vacías.JPG

 


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